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kaizen con Jaime Rodríguez de Santiago

kaizen con Jaime Rodríguez de Santiago

Jaime Rodríguez de Santiago

kaizen está hecho para curiosos compulsivos, un podcast sobre aprendizaje continuo en el que te acerco a ideas, técnicas y personas fascinantes que nos permiten entender el mundo cada día un poco mejor.
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Top 10 kaizen con Jaime Rodríguez de Santiago Episodes

Goodpods has curated a list of the 10 best kaizen con Jaime Rodríguez de Santiago episodes, ranked by the number of listens and likes each episode have garnered from our listeners. If you are listening to kaizen con Jaime Rodríguez de Santiago for the first time, there's no better place to start than with one of these standout episodes. If you are a fan of the show, vote for your favorite kaizen con Jaime Rodríguez de Santiago episode by adding your comments to the episode page.

(NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/193-modelos-mentales-21-estrategia-militares-ocultistas-mantas-que-no-tapan-y-un-ruso-que-salvo-el-mundo/)

Agosto de 1916. Cientos de miles de soldados sufren las penurias de la guerra en los más de 800 km de trincheras que se han dispuesto a lo largo de Francia y Bélgica, desde las montañas hasta el mar. Las alambradas y las ametralladoras hacen imposible que nadie avance. La caballería, considerada hasta hacía poco, la fuerza militar más desequilibrante había acabado siendo completamente inútil. Sin embargo, a pocos cientos de kilómetros detrás de las trincheras, civiles y militares franceses y británicos se reunieron para ver la demostración de un invento increíble.

Era una mañana calurosa, con el cielo despejado. En la distancia, empezaron a oír el ruido de un motor mecánico, el sonido de piezas metálicas girando y clavándose en el suelo, como si de enormes orugas se tratara y vieron acercarse lentamente una máquina de 28 toneladas de metal. Estaban frente al primer tanque de la historia.

Aquellas primeras máquinas eran torpes y poco fiables, pero podrían haber sido perfectamente la solución a aquellas interminables trincheras. Durante la Primera Guerra Mundial, sin embargo, apenas llegaron a usarse. Unos pocos convencidos de su utilidad trataron de persuadir a la cúpula militar de la necesidad de cambiar por completo la estructura del ejército y aprovechar esa nueva tecnología.

Un tipo extremadamente inteligente pero al parecer muy peculiar, amante entre otras cosas del ocultismo, el General J.F.C Fuller, llegó incluso a diseñar una estrategia completa con la que sorprender a los alemanes y destruir sus centros neurálgicos en unas pocas horas, con los tanques atravesando sus trincheras sin detenerse. Sin embargo, la guerra terminó antes de que ese plan se pusiera en marcha. Pasaron los años, Alemania se rehizo y acabó bajo el mando de Hitler. Y al estallar la guerra conquistó media Europa a una velocidad de vértigo, usando tanques, con una idea muy similar a la Fuller: la Blitzkrieg o guerra relámpago.

Pero lo curioso no es eso. Lo curioso es que mientras crecían los rumores de que Alemania estaba reconstruyendo su ejército en secreto, ¿sabes a qué se dedicó el ejército británico durante todos esos años? Pues, para empezar, a prohibir los libros de Fuller. Sus ideas eran consideradas radicales y él, poco menos que insoportable. Que tratara a todo el mundo como si fuera imbécil, seguramente no ayudó.

Lo otro que hizo el ejército fue volver a las buenas costumbres. Se dedicaron a pulir sus cascos, encerar sus botas y cuidar de sus caballos. Y cuando tuvieron que responder a la amenaza de la militarización nazi, multiplicaron por 10 el gasto en heno y otros alimentos para caballos. A los oficiales de caballería les dieron un segundo caballo. A los oficiales de tanques, les dieron otro caballo más. Maravilloso.

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kaizen con Jaime Rodríguez de Santiago - #201 Descentralización (III): Las guerras Cripto — antes de Bitcoin
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06/11/24 • 27 min

(NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/201-descentralizacion-iii-la-guerras-cripto-antes-de-bitcoin/)

«Gobiernos del Mundo Industrial, cansados gigantes de carne y acero, vengo del Ciberespacio, el nuevo hogar de la Mente. En nombre del futuro, os pido a vosotros del pasado que nos dejéis en paz. No sois bienvenidos entre nosotros. No tenéis soberanía alguna sobre el lugar donde nos reunimos

No hemos elegido ningún gobierno, ni es probable que lo hagamos, así que me dirijo a vosotros sin más autoridad que aquella con la que la libertad siempre habla. Declaro el espacio social global que estamos construyendo independiente por naturaleza de las tiranías que estáis buscando imponernos. No tenéis ningún derecho moral a gobernarnos, ni disponéis de métodos para forzarnos a cumplir vuestra ley que tengamos razón para temer.

Los gobiernos derivan sus lícitos poderes del consentimiento de los que son gobernados. No habéis pedido ni recibido el nuestro. No os hemos invitado. No nos conocéis, ni conocéis nuestro mundo. El Ciberespacio no se halla dentro de vuestras fronteras. No penséis que podéis construirlo, como si fuera una obra pública. No podéis. Es un acto natural que crece de nuestras acciones colectivas.

No os habéis unido a nuestras reuniones, ni creasteis la riqueza de nuestros mercados. No conocéis nuestra cultura, nuestra ética, o los códigos no escritos que ya proporcionan a nuestra sociedad más orden que el que podría obtenerse por cualquiera de vuestras imposiciones.

Proclamáis que hay problemas entre nosotros que vosotros necesitáis resolver. Usáis esto como una excusa para invadir nuestros límites. Muchos de estos problemas no existen. Donde haya auténticos conflictos, donde haya errores, los identificaremos y resolveremos por nuestros propios medios. Estamos creando nuestro propio Contrato Social. Esta autoridad se creará según las condiciones de nuestro mundo, no del vuestro. Nuestro mundo es diferente.»

Así empezaba un texto mítico de la contracultura digital de los años 90: la declaración de independencia del ciberespacio, escrita por John Perry Barlow en 1996. Si escuchaste el capítulo que dediqué a la cultura hacker recordarás que muchos de sus valores me parecía que eran especialmente relevantes en el mundo que tenemos hoy y, sobre todo, en el que tendremos mañana. También te decía que, ahora que con todo el movimiento crypto se habla tanto de descentralización, yo veía en esas conversaciones mucho del idealismo de aquella cultura hacker de los 80 y 90. Y no es casualidad. En el origen de mucho de todo esto estaban, claro está, hackers. Precisamente investigando esos orígenes, y uniendo las piezas de mi propia memoria, me encontré con una historia que creo que es digna de ser contada. No ya por lo interesante que pueda parecerme, sino por el debate que encierra sobre nuestros derechos como ciudadanos. Y a esa historia y a ese debate, vamos a dedicar el capítulo de hoy.

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kaizen con Jaime Rodríguez de Santiago - #188 Creatividad (VI): Espera lo inesperado

#188 Creatividad (VI): Espera lo inesperado

kaizen con Jaime Rodríguez de Santiago

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02/20/24 • 22 min

(NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/188-creatividad-vi-espera-lo-inesperado/)

«Tenía 8 o 9 años. Y mi madre tuvo un ataque al corazón. Y... cuando volvió a casa... el médico me dijo: “Nunca discutas con tu madre porque podrías matarla”»

(RISAS)

«Lo segundo que dijo fue: “trata de hacerla reir”. Nunca había tratado conscientemente de hacer reír a nadie. Pero me puse a ello. Y supe que había tenido éxito cuando se meó en los pantalones»

(RISAS)

«Pero es verdad. Mi nombre real es Jerry, no Gene... Y ella me dijo: “Jerry, mira lo que me has hecho hacer”. Sé que esto es un rodeo para responder a tu pregunta, pero ese fue el comienzo de la creatividad para mí. Hubo otro momento importante para mí. Cuando estaba en primero de primaria, había una maestra, creo que aún recuerdo su nombre, la Sra. Bernard. Tenía todos nuestros dibujos colgados. Pintábamos con ceras y colgábamos los papeles en las paredes. Menos los míos. Y le pregunté por qué no estaba el mío colgado. Y me respondió: “No eres lo suficientemente bueno aún”. Y eso, simplemente, me mató durante años y años. Hasta que en 1984... »

(RISAS)

«Creéis que es broma, pero no lo es... empecé a pintar. Y ahora trato de pintar todos los días de mi vida. Cuando no estoy escribiendo o trabajando en una película, pinto. Pero aquella estúpida mujer...»

(RISAS)

Así respondía un genio del humor, Gene Wilder, a la pregunta de «¿qué es la creatividad?». Que termina por no responder... ¿o sí?

En el fondo, lo que dice es que detrás de la creatividad está lo que sea que nos lleve a crear algo. Puede ser nuestra necesidad de expresarnos o las ganas de alargar la vida a nuestra maltrecha madre o de demostrarle a cierta profesora de primaria que somos capaces de hacer lo que dijo que no podríamos.

Claro que normalmente no basta con ese impulso. Una cosa es la motivación y otra eso que llamamos la inspiración. Una cosa es querer crear y otra saber qué o cómo crearlo. De hecho, cuando hablamos de creatividad, normalmente de lo que hablamos es de la capacidad de encontrar formas nuevas o inesperadas de superar un reto. Puede ser un reto que a nadie se le hubiera ocurrido antes, como transmitir emociones pintando con grandes bloques de color, como Rothko, o hacer algo que ya se había hecho antes de una forma nueva, como representar un toro con apenas 11 trazos, como Picasso.

De alguna manera, la creatividad se relaciona con lo inesperado. Es lo que hace Gene Wilder en su respuesta. Con ese dominio que tenía de la pausa, en cada silencio parece tomar la decisión de dar un giro que nos sorprenda. Mucho de lo que llamamos creatividad nace de ser capaces de esperar lo inesperado. Así dicho suena a trabalenguas extraño, pero esa frase, junto con otras muchas igual de peculiares, nos va llevar directos a quien algunos consideran el primer maestro de la creatividad occidental: Heráclito.

Si cuando digo que los griegos ya lo sabían todo es por algo...

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(NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/qa12-sistemas-de-aprendizaje-comunicacion-no-violenta-maternidad-y-paternidad-perfiles-hibridos-incentivos-al-educar-dolor-y-cambios-sociales/)

¡Primer capítulo de preguntas y respuestas de esta temporada! Y con este, además, creo que me pongo al día de los mensajes acumulados. De hecho, me estoy planteando cambiar el formato y organizar de vez en cuando alguna grabación en streaming en la que podamos interactuar de forma más directa, pero no lo tengo del todo decidido y no sé tampoco si voy a tener realmente el tiempo de hacerlo, porque es probable que dentro de poco mi tiempo disponible se reduzca por un buen motivo, pero ya te lo contaré más adelante.

Hoy el menú es de lo más variado, hablamos de sistemas de aprendizaje, de comunicación no verbal, de maternidad y paternidad, de cómo encajan los perfiles híbridos en el mundo laboral, del uso de incentivos al educar, del dolor y de cambios sociales. Casi nada.

PATROCINADOR DEL CAPÍTULO: VDS.tech

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kaizen con Jaime Rodríguez de Santiago - #185 Mantén la máquina de la esperanza funcionando

#185 Mantén la máquina de la esperanza funcionando

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01/16/24 • 28 min

(NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/185-manten-la-maquina-de-la-esperanza-funcionando/)

Salvo que te guste mucho la música folk estadounidense de los años 40, que sospecho que no es lo más habitual entre la audiencia de este podcast, lo más probable es que no tengas ni idea de quién era Woody Guthrie.
Nació el 14 de julio de 1912 en Oklahoma y murió demasiado pronto, el 3 de octubre de 1967, a los 55 años, en Nueva York. Entre esas dos fechas tuvo tiempo para casi todo, eso sí.
En su infancia, vivió tres incendios en su casa, uno de los cuales le costó la vida a su hermana. Vio muy pronto cómo su madre perdía la cabeza debido a una patología neurodegenerativa, la enfermedad de Huntington. Aunque por entonces no sabían bien qué le pasaba. La ingresaron en un psiquiátrico cuando Woody tenía 14 años.
A él le fue mal en los estudios, aunque sus profesores decían que era un muchacho brillante, que leía de todo. Pero si destacaba por algo era por tener una afición especial por la música. De hecho, se fue de casa a los 19, nada más morir su madre, para dedicarse a ella.
Se casó por primera vez a los 20 años. Y lo haría dos veces más. Tuvo ocho hijos en total. Vivió un tiempo en California, donde ganó cierta popularidad como músico y se metió de llenó en los círculos comunistas, en los que las letras de sus canciones eran especialmente valoradas.
Guthrie era un cantautor que se identificaba con la gente común, con los pobres y los oprimidos. En su guitarra solía llevar escrita bien grande una frase: «Esta máquina mata fascistas». Su mayor éxito fue una canción llamada This Land is Your Land, «Esta Tierra es tu Tierra», que no te recomiendo especialmente porque creo que la canción protesta envejece regular, la verdad.
En cualquier caso, Guthrie fue enormemente influyente, en particular en una generación de músicos que lo redescubrió en sus últimos años de vida o, incluso, después de morir. Gente como Keith Richards, Ry Cooder o Bruce Springsteen dijeron admirarle. Bob Dylan lo consideró su último héroe y le dedicó una canción llamada "Song to Woody" en su primer álbum. Joe Strummer, de los Clash, llegó a usar el nombre de Woody Mellor en sus primeros años como músico a modo de homenaje.
Desgraciadamente, a finales de la década de 1940, su salud empeoró. Empezó a comportarse de forma errática e inicialmente le diagnosticaron alcoholismo y esquizofrenia. Aunque después detectaron que tenía, como su madre, la enfermedad de Huntington. Pasó los últimos once años de su vida internado en instituciones psiquiátricas.
Es más que evidente que Guthrie no tuvo una vida fácil. Seguramente, en aquellos 55 años de vida, comprimió muchos aprendizajes. De hecho, en las navidades de 1942, a punto de cumplir los 30, hizo lo que muchos por estas fechas: una lista de propósitos para el año nuevo. En su caso salieron 33 y todos juntos son una pequeña maravilla. Los dejó escritos y acompañados de pequeños dibujos en un cuaderno de rayas que tiene ahora el papel amarillento. Eran los siguientes:

Reglas para el nuevo año

  1. Trabaja más y mejor
  2. Trabaja con un horario
  3. Lávate los diente, si queda alguno
  4. Aféitate
  5. Bañate
  6. Come bien - fruta - verdura - leche
  7. Bebe muy poco, si es que bebes algo
  8. Escribe una canción al día
  9. Lleva ropa limpia. Ten buen aspecto
  10. Abrillanta tus zapatos
  11. Cámbiate tus calcetines
  12. Cambia las sábanas a menudo
  13. Lee buenos libros
  14. Escucha mucho la radio
  15. Conoce mejor a la gente
  16. Mantén limpio el rancho
  17. No te permitas sentirte solo
  18. Permanece alegre
  19. Mantén la máquina de esperanza funcionando
  20. Sueña bien
  21. Guarda en el banco todo el dinero extra
  22. Ahorra pasta
  23. Ten compañía, pero no pierdas el tiempo
  24. Envía dinero a Mary y a los niños.
  25. Toca y canta bien.
  26. Baila mejor.
  27. Ayuda a ganar la guerra — derrota al fascismo
  28. Quiere a mamá
  29. Quiere a papá
  30. Quiere a Pete
  31. Quiere a todo el mundo
  32. Decídete
  33. Despiértate y pelea

Y a cuenta de Guthrie, de su máquina de la esperanza y de mis inminentes 40, hoy toca un capítulo más personal. A ver qué sale.

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kaizen con Jaime Rodríguez de Santiago - #191 Del largo ahora al último ser humano

#191 Del largo ahora al último ser humano

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03/19/24 • 27 min

(NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/191-del-largo-ahora-al-ultimo-ser-humano)

Es posible que hayas escuchado alguna vez el discurso de inauguración de Steve Jobs en Stanford. Es uno de esos vídeos con los que uno se topa de vez en cuando en internet. Mucha gente recuerda y cita frases que pronunció ese día.

Como aquello de que los puntos sólo se unen mirando hacia atrás, o lo de que conviene preguntarse si lo que vas a hacer hoy es lo que querrías hacer si fuese el último día de tu vida. O como las palabras con las que cerró aquel discurso, por las que mucha gente recuerda a Steve Jobs: “Stay Hungry. Stay Foolish.” Algo así como «Mantente hambriento. Mantente alocado», pero suena mucho mejor en inglés. Aunque de lo que no solemos acordarnos es de que esas palabras no son suyas.

Lo dice él mismo justo antes de esa frase, cuando cuenta que las leyó a mediados de los años 70, en la última página del último número de una revista bastante peculiar: The Whole Earth Catalog. El Catálogo de la Tierra Completa. Esas palabras, “Stay Hungry. Stay Foolish”, fueron la manera en la que tuvieron de despedirse de sus lectores.

Aquella revista fue fundada en los años 60 por un tipo peculiar: Stewart Brand. Y la historia detrás de esas palabras resume a la perfección su filosofía. En 1966, Brand creó una campaña para exigir a la NASA que compartieran con el mundo las fotos que tenían de la Tierra vista desde el espacio. Sí, porque en 1966, la mayor parte de la gente no había visto una foto de la Tierra. Así que nuestro amigo decidió distribuir chapas con una frase: «¿Por qué no hemos visto una foto de la Tierra al completo?» Estaba convencido de que la imagen de aquella canica azul de la que hablamos hace unos cuantos capítulos podía cambiar el mundo. De ahí vino el nombre de la revista. Brand era una de tantas personas obsesionadas con el efecto perspectiva del que te he hablado varias veces. De hecho, tenía una especie de proyecto en el que quería contraponer las imágenes de cómo se veía el amanecer de la Tierra desde el espacio como cómo se vivía siendo un humano en la Tierra.

Y en sus propias palabras, se «imaginaba un autoestopista al amanecer, en una carretera perdida, con el sol saliendo y trenes pasando a su lado. La mentalidad de un joven autoestopista es una de las mentalidades más libres que hay». Y remataba, diciendo “You are always a little bit hungry and you know you are being completely foolish” «Siempre tienes un poco de hambre y sabes que estás siendo completamente alocado»

Te he dicho que Brand es un tipo peculiar, pero seguramente no tanto como nos lo parece hoy. Como todos, fue un producto de su tiempo. Alguien que nació en 1938 y que pasó los primeros 30 años de su vida en una época de progresos tecnológicos increíbles. Progresos que nos permitirían ser dueños de nuestras vidas. De hecho, si en lugar de irnos a la última página, del último ejemplar del Whole Earth Catalog, nos vamos a la primera página de su primer ejemplar, publicado en 1968 con una imagen completa de la Tierra en su portada y leemos el pequeño manifiesto con el que se presenta, nos encontramos con la siguiente declaración, que es bastante difícil de traducir, pero vamos a intentarlo:

«Propósito:

Somos como los dioses y ya puestos podríamos aprender a hacerlo bien. Hasta ahora, el poder y la gloria que remotamente hemos alcanzado —a través de gobiernos, grandes empresas, la educación formal, la iglesia— han sido exitosos sólo hasta el punto en el que sus groseros defectos oscurecen los auténticos avances. En respuesta a este dilema y a esos avances, se está desarrollando todo un campo de poder personal —el poder de los individuos para dirigir su propia educación, encontrar su propia inspiración, dar forma a su entorno y compartir su aventura con quien quiera estar interesado. El Catálogo de la Tierra Completa busca y promueve herramientas para ayudarte en ese proceso»

¡Toma ya!

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kaizen con Jaime Rodríguez de Santiago - #109 Esther Paniagua: un mundo sin internet

#109 Esther Paniagua: un mundo sin internet

kaizen con Jaime Rodríguez de Santiago

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11/09/21 • 61 min

(NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/sin-categoria/109-esther-paniagua-un-mundo-sin-internet/)

Hace la friolera de 103 capítulos, en el número 6 del podcast, Esther Paniagua tuvo la generosidad de ser el primer conejillo de indias de este experimento que hoy se me ha ido de las manos que es kaizen. Esther es una periodista independiente y de prestigio que escribe sobre innovación, ciencia y tecnología en periódicos como El País o El Mundo y en revistas como National Geographic o Muy Interesante. Ha sido editora jefe del MIT Technology Review, ha recibido numerosos premios en su carrera y está considerada una de las mejores periodistas científicas de Europa.

Por aquel entonces, nos sentamos a hablar de su carrera, del estado del periodismo y de los retos que tenía por delante, y también, claro, de innovación. Pero la de hoy es una entrevista distinta, porque la dedicamos íntegramente a unos temas apasionantes, sobre los que Esther acaba de publicar un libro: la fragilidad de internet, sus vicios y sus virtudes, la dependencia que hemos desarrollado de ella y, básicamente, cómo intentar que todo esto no se nos vaya de madre.
Además fue la primera entrevista que he podido hacer en persona desde que empezó la pandemia y creo que eso se nota. Para bien, en que nos interrumpimos y debatimos más que en otras entrevistas - y creo que eso es bueno - y para mal porque aunque buscamos el rincón más silencioso que pudimos en el lobby del hotel donde Esther se estaba alojando, fue darle al botón de grabar y aquello se convirtió en camarote de los Hermanos Marx; con turistas ruidosos, puertas que crujían y ambulancias y sirenas varias por la calle. Gracias a la magia del software he conseguido eliminar casi todos, pero es posible que oigas algún ruido más de los habituales. Cosas del directo, ya lo siento.

Pero bueno, lo importante es el contenido, y espero que disfrutes tanto como yo de esta conversación con Esther Paniagua.

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kaizen con Jaime Rodríguez de Santiago - #182 Las leyes de la estupidez (II): pensar en tiempos revueltos
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11/28/23 • 21 min

(NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/182-las-leyes-de-la-estupidez-ii-pensar-en-tiempos-revueltos/)
«Cada vez que voy a hacer algo, me pregunto: ¿Haría un idiota esto? Y si un idiota lo haría, yo no lo hago»

Así empezaba el discurso de graduación que hace unos meses dio un gobernador del que no había oído hablar en mi vida, a unos estudiantes que no conozco de nada, en una universidad de la que sólo me suena el nombre. Así es el maravilloso mundo de internet.

Y esa regla de oro para no cometer idioteces era una cita de un profundo intelectual: Dwight Schrute, el personaje de The Office.

Aquel discurso seguía así:

«Toda la eficacia de esta increíble píldora de información, radica en tu habilidad para identificar al idiota adecuado.

Me encantaría que hubiera una forma infalible para identificar idiotas, pero por contradictorio que parezca, algunos idiotas son muy listos. Te pueden marear con palabras y distracciones. Pueden ser ascendidos por encima de ti en el trabajo. Pueden, incluso, ser elegidos presidentes»

Aquí, aclaro, se refería a Estados Unidos. Aunque sospecho que hay ciertas verdades universales en la vida.

«Si queréis tener éxito en este mundo, tenéis que desarrollar vuestro propio sistema de detección de idiotas. Como parte de las responsabilidades que me corresponden hoy al ser vuestro orador en esta ceremonia, voy a contaros el mío»

«Por supuesto, soy naturalmente precavido frente a quienes no han visto la trilogía original de Star Wars. Y soy aún más precavido frente a quienes adoraron las precuelas y las secuelas. Pero debo admitir que este no es un indicador fiable para detectar idiotas. No. ¿Sabéis cuál es la mejor forma de identificar a un idiota? Buscad a la persona que sea cruel.

Cuando vemos a alguien que no se parece a nosotros o que no suena como nosotros, no actúa como nosotros, no ama como nosotros o no vive como nosotros, el primer pensamiento que nos viene a la cabeza a casi todos está enraizado en el miedo, el juicio o en ambos.

Eso es la evolución. Sobrevivimos como especie desconfiando de aquello con lo que no estamos familiarizados. Para ser amables, debemos apagar ese instinto animal y forzar a nuestro cerebro a tomar un camino diferente. La empatía y la compasión son formas más evolucionadas de ser. Requieren la capacidad mental de ir más allá de nuestros instintos más primarios.

Esto puede pareceros una afirmación sorprendente. Porque en algún punto en los últimos años nuestra sociedad parece haber llegado a creer que la crueldad usada como arma es parte de algún plan maestro bien diseñado.

Para algunos, parece que la crueldad es una maniobra astuta con la que conseguir el poder. La empatía y la amabilidad se consideran débiles. Mucha gente importante mira a los vulnerables como si fueran simples peldaños de una escalera hacia lo más alto»

«Estoy aquí para deciros que cuando el camino de alguien en este mundo se construye con actos de crueldad, esa persona ha fallado el primer examen de una sociedad avanzada. Nunca obligó a su cerebro animal a ir más allá de su primer instinto, nunca creó nuevos caminos mentales para superar sus miedos instintivos. Así que su capacidad para pensar y resolver problemas carece de la imaginación y creatividad que abundan en quienes son amables.

En todos mis años en la política y en los negocios he encontrado una verdad universal: las personas más amables de la sala suelen ser las más listas»

Quizás sea demasiado aventurado decir que la crueldad es una manifestación de idiotez. Queda muy bien en un discurso hablar de cómo las personas más listas de la sala son siempre las más empáticas. Pero a mí, e imagino que a ti te pasará igual, esas palabras me disparan el sentido arácnido. Hay algo que me chirría. Es seguramente esa intuición de que detrás de muchos actos egoístas, despiadados o crueles hay personas no sólo listas, sino inteligentes, a veces muy inteligentes, que actúan persiguiendo el poder o el dinero.

La temporada pasada dediqué un capítulo a un tema quizás extraño: las leyes de la estupidez. Entonces te hablé de un libro de Carlo Livraghi, «El poder de la estupidez», y de cómo, la conclusión era básicamente que todos podemos ser estúpidos en el contexto equivocado.

Aquel era un capítulo bastante irónico sobre la estupidez de nuestro día a día. Y hoy quería hacer una segunda parte, pero algunos sucesos de actualidad me han cambiado un poco el plan. Vamos a seguir hablando de estupidez, sí, pero vamos a relacionarla con el poder. Y vamos a tratar de entender cómo pensar cuando nos rodea por completo.

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kaizen con Jaime Rodríguez de Santiago - #179 El misterio de la vida (IV): identidad, consciencia y cerebro
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11/07/23 • 24 min

(NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/179-el-misterio-de-la-vida-iv-identidad-consciencia-y-cerebro/)

Menudo lío en el que me he metido. Uno de los temas que quería tratar esta temporada es el de la consciencia. Algo así sencillito, para pasar el rato. Un día, comiendo con Samuel Gil se lo mencioné y hablamos de un autor, Sam Harris, que escribe sobre mindfulness entre otros muchos temas. Y unas semanas después me vi metido en un grupo de whatsapp con el propio Samuel y con Ion Cuervas-Mons, que tiene un podcast muy recomendable del que te he hablado alguna vez: intercambio iónico. Habían hablado entre ellos y les había parecido muy buena idea que hiciéramos algún tipo de especial los tres sobre estos temas. Y se pusieron a intercambiar en el grupo cosas hiper-frikis sobre el asunto de la consciencia, la meditación, el libre albedrío, la realidad y muchas otras que ni me he enterado porque no sido capaz de seguir su ritmo.

No sé bien qué saldrá de todo eso, pero he pensado que, o me pongo las pilas, o vete tú a saber qué cuento cuando nos juntemos a charlar. Por eso hoy vamos a dar los primeros pasos, seguramente torpes, para acercarnos a otro de esos grandes misterios insondables que nos depara esto de ser humanos y estar vivos.
Porque si la vida, su origen y su evolución, ya son de por sí enigmas, nuestra consciencia, el hecho de que seamos conscientes de que estamos vivos, que existimos, y de que experimentamos cosas constantemente, que seamos conscientes también de que algún día parece que dejaremos de hacerlo y todo lo que eso significa sobre quiénes somos, es un misterio por lo menos igual de grande.

Uno al que nos vamos a asomar hoy, así que tiene pinta de que vamos a acabar con agujetas neuronales. ¡Ánimo!

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(NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/187-toma-de-decisiones-viii-pensamiento-analitico-feynman-la-nasa-y-la-incertidumbre/)

“In God We Trust. All Others Bring Data”

«Confiamos en Dios. Todos los demás traed datos»

Esta frase de William Edward Demings, un estadístico estadounidense que fue clave en el desarrollo y crecimiento de Japón tras la Segunda Guerra Mundial, preside la sala de evaluación de misiones de la NASA. O eso se cuenta siempre. Yo no lo he visto.

Pero parece lógico: explorar los confines del universo, llevar al hombre a la Luna o tratar de encontrar vidas alienígenas son tareas que requieren de una precisión extrema y de un profundo conocimiento científico. Sin embargo, la realidad es tozuda. Y frente a nuestro afán por tomar las mejores decisiones basadas en datos, nos enfrentamos continuamente a la necesidad de decidir sin muchos de ellos, bajo presiones de todo tipo. Algo similar le sucedió, precisamente, a la propia NASA el 28 de enero de 1986.

Aquel día despegaría el Transbordador Espacial Challenger, con sus siete tripulantes a bordo, y con, al menos, dos misiones. La primera, la oficial, era la de desplegar un satélite de comunicaciones y estudiar el Cometa Halley mientras estaban en órbita. La segunda, no tan explícita, era la de volver a despertar el interés del público por la conquista del espacio. Habían pasado casi 17 años desde la llegada a la Luna y, sin nuevos grandes hitos que excitaran su imaginación, los estadounidenses ponían su atención —y con ella sus votos y, por tanto, su dinero— en otros temas. Por eso, aquel lanzamiento fue precedido de una campaña de comunicación sin precedentes.

Incluso, como cuenta Nuria Pérez en su maravilloso podcast Gabinete de Curiosidades, se plantearon que en aquella misión viajara Big Bird, el primo americano de la Gallina Caponata. Sí, la de Barrio Sésamo.

Me habría encantado estar en la reunión en la que discutieron eso. Al final, se dieron cuenta de que, por lo que sea, meter a alguien con un disfraz de dos metros y medio en lo que esencialmente era una lata de sardinas espacial no era factible.

La elegida finalmente fue Christa McAuliffe, una maestra de escuela seleccionada entre más de 11.000 candidaturas, que se ganó rápidamente el cariño del pueblo estadounidense con su carisma y su pasión por el espacio.

«T menos 10, 9, 8, 7, 6 —motor principal arrancado—, 4, 3, 2, 1... ¡y despegue! ¡Despegue de la XXV misión del transbordador espacial, que ha abandonado la torre!»

Así sonó el despegue del Challenger, que fue emitido en directo para todo el país. La cámara siguió a la nave en su majestuoso ascenso. Apenas un minuto después, justo cuando el corresponsal de la CNN comenzaba a recapitular la cantidad de retrasos sufridos por la misión, enmudeció. Frente a sus ojos y a los de millones de espectadores, la nave se desintegró en miles de pedazos en mitad de una enorme humareda. Y con ella sus siete tripulantes.

La tragedia del Challenger sacudió Estados Unidos. Para empezar fue un punto de inflexión en el interés por el espacio y, en particular, en los riesgos que estaban dispuestos a asumir para alcanzarlo. A raíz del accidente, se creó una comisión de investigación encabezada por un ex-Secretario de Estado, William Rogers, a quien al parecer Ronald Reagan, por entonces presidente de Estados Unidos, sugirió que las conclusiones debían proteger a la NASA. Formaron parte de aquella comisión todo tipo de figuras de la aeronáutica, la ingeniería, el ejército y la ciencia. Estaba hasta el primer ser humano en pisar la Luna, Neil Amstrong. Eran casi todos hombres, eso sí.

Entre todos ellos estaba un viejo conocido de este podcast: nuestro amigo Richard Feynman, que a sus 67 años era seguramente el científico vivo más conocido y más respetado del mundo. Y también alguien con ideas propias. Dicen las malas lenguas que tal vez desde el poder político pensaron que podrían controlarlo, que ya no tendría la energía de su juventud y que, en cualquier caso, la burocracia y los votos de otros mucho más susceptibles a las presiones acabarían acallándolo. De hecho, él se mantuvo bastante discreto durante todo el proceso. Se tomó su tiempo para entender el problema, comprender el funcionamiento de la nave y también el de la propia comisión. Y empezó a tener la sensación de que más que descubrir la verdad, había un interés en encubrirla. Así que se buscó un aliado: el general Donald Kutyna.

Feynman solía contar cómo un día Kutyna se acercó a él con una idea interesante sobre cómo el frío podía haber afectado a las juntas de goma que sellaban los compartimentos del combustible. Dijo que se le había ocurrido reparando su coche. Aunque la realidad era otra: Sally Ride, l...

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