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Historias de la economía - El escándalo Enron, el mayor fraude de la historia de EEUU

El escándalo Enron, el mayor fraude de la historia de EEUU

09/04/23 • 8 min

Historias de la economía
El fraude está presente en todos los sectores y niveles de la sociedad. Pero quizá no hubo nunca un fraude tan relevante como el de Enron, una de las empresas más grandes del mundo, que a principios de este siglo se convirtió en sinónimo de escándalo financiero.
Enron no era una empresa más. Era una de las más importantes del mundo. Daba trabajo a más de 20.000 personas, y sus ingresos superaban, supuestamente, los 100.000 millones al año. Era un ejemplo y una referencia por su capacidad de innovación, su brillante gestión... ¿qué pasó?
La compañía nació en 1985, fruto de la fusión entre Houston Natural Gas e InterNorth, de Omaha, y sitúa al frente a Kenneth Lay, que estaría al mando prácticamente hasta la estrepitosa caída. La empresa, ambiciosa, fue clave en el desarrollo de la venta de electricidad y gas natural. Pero también financió un poderoso lobby para presionar al Congreso en busca de una mayor liberalización del mercado energético. Sus esfuerzos dieron fruto, y acabaron aprobando una ley que desregulaba los negocios de gas natural y electricidad, lo que permitió a Enron subir precios y disparar sus beneficios. En 1992 ya era el mayor vendedor de gas natural de Norteamérica.
Las acciones de Enron aumentaron un 311% entre 1990 y 1998, un porcentaje que parece espectacular, pero que en realidad solo estaba ligeramente por encima del registrado de media por el índice S&P 500. La locura empieza al final de la década, cuando Jeffrey Skilling, un tipo brillante, licenciado con honores en Harvard, es nombrado presidente de la compañía.
Con Skilling dirigiendo las operaciones, la compañía descubre en su máxima expresión la contabilidad creativa o ingeniería contable. No es una práctica ilegal, pero sí que aprovecha los vacíos de la normativa y su flexibilidad interpretativa, para maquillar resultados o dar una mejor imagen de la situación de la compañía.
Aplicando estos métodos, Enron se dispara en bolsa un 56% en 1999, y un 87% en el 2000. Ese año, la acción cierra con un valor de 83 dólares, y la capitalización supera los 60.000 millones. Cifras que reflejaban las altas expectativas del mercado sobre su futuro. El problema es que los inversores no sabían que las cifras de la compañía eran falsas.
En 2001 empezaron los problemas para la empresa, y los esfuerzos por parte de los principales ejecutivos de la empresa por tapar el escándalo que estaba apareciendo.
Todo comenzó con los rumores de que Enron pagaba sobornos y hacía uso de tráfico de influencias, en algunos países, para conseguir obtener sus contratos. Además, ese mismo año empezó a propagarse el 'runrun' de que las cuentas de la compañía estaban infladas, por beneficios que provenían de negocios con las propias subsidiarias de la misma empresa, ocultando a los accionistas de la firma pérdidas millonarias que deberían haber aparecido sobre el papel.
En ese año, con estos rumores circulando por los mercados, las acciones de Enron se hundieron, una debacle que continuó durante los meses posteriores, a medida que iban surgiendo nuevas informaciones sobre el agujero que tenía que afrontar la compañía. El valor de los títulos cayó de 90 dólares a tan solo 1. Terminaron generando, el 28 de noviembre de 2001, la mayor caída hasta la fecha del Nasdaq en Estados Unidos.
Cuando tomó la decisión de presentar el concurso, de declararse en quiebra, la compañía estaba totalmente acorralada. En su momento, fue la mayor bancarrota de la historia, con activos acumulados por más de 60.000 millones, y deudas de 30.000 millones. Un auténtico hito. Miles de inversores perdieron sus ahorros, y más de 20.000 trabajadores perdieron su empleo, generando, además, una cicatriz enorme en la economía estadounidense.
El escándalo de Enron también se llevó por delante a su auditora, la por entonces todopoderosa Arthur Andersen, que formaba parte del conocido como Big Five, que tras su caída se convirtió en el Big Four. Se consideró que formó parte del engaño perpetrado, ya que, bajo la presión de los directivos de la firma, hicieron la vista gorda para dar el visto bueno al laberinto contable de Enron. Supuso tal desprestigio que no pudo levantar cabeza.
Los incentivos de los responsables de la compañía para trampear los datos eran elevados. Lay tenía un sueldo de más de 40 millones de dólares anuales. Skilling, que defendía que no sabía nada, vendió acciones por valor de 60 millones poco antes de la quiebra.
Lay y Skilling eran los principales eslabones de esta maraña de fraudes y mentiras. El jurado les consideró culpables de los cargos de conspiración y fraude en el caso considerado el padre de todos los escándalos corporativos que han azotado a Estados Unidos. Lay fue condenado en mayo de 2006 y murió pocos meses después de un infarto, cuando estaba a la espera de conocer la pena de cárcel que se le impondría. Skilling, por su parte, fue condenado a 24 años de cárcel en 2006 por considerarse culpable de cargos de conspiración, f...
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El fraude está presente en todos los sectores y niveles de la sociedad. Pero quizá no hubo nunca un fraude tan relevante como el de Enron, una de las empresas más grandes del mundo, que a principios de este siglo se convirtió en sinónimo de escándalo financiero.
Enron no era una empresa más. Era una de las más importantes del mundo. Daba trabajo a más de 20.000 personas, y sus ingresos superaban, supuestamente, los 100.000 millones al año. Era un ejemplo y una referencia por su capacidad de innovación, su brillante gestión... ¿qué pasó?
La compañía nació en 1985, fruto de la fusión entre Houston Natural Gas e InterNorth, de Omaha, y sitúa al frente a Kenneth Lay, que estaría al mando prácticamente hasta la estrepitosa caída. La empresa, ambiciosa, fue clave en el desarrollo de la venta de electricidad y gas natural. Pero también financió un poderoso lobby para presionar al Congreso en busca de una mayor liberalización del mercado energético. Sus esfuerzos dieron fruto, y acabaron aprobando una ley que desregulaba los negocios de gas natural y electricidad, lo que permitió a Enron subir precios y disparar sus beneficios. En 1992 ya era el mayor vendedor de gas natural de Norteamérica.
Las acciones de Enron aumentaron un 311% entre 1990 y 1998, un porcentaje que parece espectacular, pero que en realidad solo estaba ligeramente por encima del registrado de media por el índice S&P 500. La locura empieza al final de la década, cuando Jeffrey Skilling, un tipo brillante, licenciado con honores en Harvard, es nombrado presidente de la compañía.
Con Skilling dirigiendo las operaciones, la compañía descubre en su máxima expresión la contabilidad creativa o ingeniería contable. No es una práctica ilegal, pero sí que aprovecha los vacíos de la normativa y su flexibilidad interpretativa, para maquillar resultados o dar una mejor imagen de la situación de la compañía.
Aplicando estos métodos, Enron se dispara en bolsa un 56% en 1999, y un 87% en el 2000. Ese año, la acción cierra con un valor de 83 dólares, y la capitalización supera los 60.000 millones. Cifras que reflejaban las altas expectativas del mercado sobre su futuro. El problema es que los inversores no sabían que las cifras de la compañía eran falsas.
En 2001 empezaron los problemas para la empresa, y los esfuerzos por parte de los principales ejecutivos de la empresa por tapar el escándalo que estaba apareciendo.
Todo comenzó con los rumores de que Enron pagaba sobornos y hacía uso de tráfico de influencias, en algunos países, para conseguir obtener sus contratos. Además, ese mismo año empezó a propagarse el 'runrun' de que las cuentas de la compañía estaban infladas, por beneficios que provenían de negocios con las propias subsidiarias de la misma empresa, ocultando a los accionistas de la firma pérdidas millonarias que deberían haber aparecido sobre el papel.
En ese año, con estos rumores circulando por los mercados, las acciones de Enron se hundieron, una debacle que continuó durante los meses posteriores, a medida que iban surgiendo nuevas informaciones sobre el agujero que tenía que afrontar la compañía. El valor de los títulos cayó de 90 dólares a tan solo 1. Terminaron generando, el 28 de noviembre de 2001, la mayor caída hasta la fecha del Nasdaq en Estados Unidos.
Cuando tomó la decisión de presentar el concurso, de declararse en quiebra, la compañía estaba totalmente acorralada. En su momento, fue la mayor bancarrota de la historia, con activos acumulados por más de 60.000 millones, y deudas de 30.000 millones. Un auténtico hito. Miles de inversores perdieron sus ahorros, y más de 20.000 trabajadores perdieron su empleo, generando, además, una cicatriz enorme en la economía estadounidense.
El escándalo de Enron también se llevó por delante a su auditora, la por entonces todopoderosa Arthur Andersen, que formaba parte del conocido como Big Five, que tras su caída se convirtió en el Big Four. Se consideró que formó parte del engaño perpetrado, ya que, bajo la presión de los directivos de la firma, hicieron la vista gorda para dar el visto bueno al laberinto contable de Enron. Supuso tal desprestigio que no pudo levantar cabeza.
Los incentivos de los responsables de la compañía para trampear los datos eran elevados. Lay tenía un sueldo de más de 40 millones de dólares anuales. Skilling, que defendía que no sabía nada, vendió acciones por valor de 60 millones poco antes de la quiebra.
Lay y Skilling eran los principales eslabones de esta maraña de fraudes y mentiras. El jurado les consideró culpables de los cargos de conspiración y fraude en el caso considerado el padre de todos los escándalos corporativos que han azotado a Estados Unidos. Lay fue condenado en mayo de 2006 y murió pocos meses después de un infarto, cuando estaba a la espera de conocer la pena de cárcel que se le impondría. Skilling, por su parte, fue condenado a 24 años de cárcel en 2006 por considerarse culpable de cargos de conspiración, f...

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undefined - El perrito caliente de Costco de 1,50 dólares desafía a la inflacion y no sube de precio desde 1985

El perrito caliente de Costco de 1,50 dólares desafía a la inflacion y no sube de precio desde 1985

En un tiempo de inflación desbocada, cuesta encontrar productos que lleven meses, años, y ya no digamos décadas, sin subir de precio. Pues eso es lo que ha hecho la cadena estadounidense Costco, que mantiene inalterable el coste de su perrito caliente, desde que lo introdujo en 1985: cuesta 1,50 dólares, incluyendo además el combo de bebida con relleno infinito.
La historia de Costo se remonta al año 1983, cuando es fundada en Seattle por Jim Sinegal, un entusiasta del comercio minorista, y el abogado y empresario Jeff Brotman, que también contaba con experiencia en el sector. La peculiaridad de esta cadena de supermercados es que se trata de un club de precios, que se basa en un sistema de socios, o suscriptores, que deben pagar una cuota para poder comprar sus productos.
Este concepto había nacido poco antes, inventado por el empresario Sol Price, a su vez mentor y gran valedor de Sinegal, que se dio cuenta que el sistema de ventas para mayoristas se podía adaptar al cliente final, que estaría dispuesto a pagar una cuota a cambio de poder acceder a productos a precios bajos y un amplio catálogo.
El éxito de Costco fue espectacular e inmediato. Fue la primera empresa del mundo en alcanzar los 3.000 millones anuales en ventas en menos de 6 años. Sinegal, además, se caracterizaba por un sistema de dirección benévolo, siguiendo el principio de que, si los empleados reciben un buen trato, a su vez tratarán y atenderán bien a los clientes. De hecho, los trabajadores de Costco siempre han tenido condiciones de trabajo por encima de las que marca el sector en Estados Unidos.
Con el fin de atraer a nuevos clientes dispuestos a pagar la cuota, introduce en 1985 comida ya preparada, para consumir en el establecimiento. Y el primer producto que ofrecieron fue un perrito caliente, y fue todo un éxito. Ofrecía un combo de un perrito caliente de cuarto de libra, con un refresco, por un precio de 1,50 dólares.
Han pasado 37 años, y ese menú, inmune a cualquier evolución de precios y a la inflación, sigue costando lo mismo. Con la particularidad de que además ahora es más grande, y el refresco se puede rellenar infinitamente, o refill, como se dice ahora. Si se ajustase el precio al IPC, ahora tendría que venderse por unos 4,20 dólares.
Con esta política de precios, han logrado vender cada año más de 100 millones de estos perritos calientes, superando en algunos cursos los 130 millones. Son más de los que venden, por ejemplo, todos los equipos juntos de la liga de baseball.
Mucha gente cree que se trata de una estrategia para atraer clientes, ya que quien acuda a comerse uno de estos perritos estará tentado de comprar algo más ante las ofertas disponibles en el supermercado. Pensarán incluso que a Costco le merecería la pena incluso vender a pérdidas con este objetivo. Y es correcto, al menos la primera parte. Porque como confirmó en cofundador de la compañía en una entrevista en 2009, su supermercado nunca vende a pérdidas. Lo que sí han hecho es ajustar el margen de beneficio de este perrito caliente, pero aun así, con tantos millones vendidos cada año, los beneficios no son menores.
Además, a diferencia de otras empresas que para no aumentar los precios de sus productos reducen su calidad, Costco ha tratado de evitar ese paso. ¿Cómo lo ha hecho? Aprovechando su tamaño para negociar. Por ejemplo, ha dejado de trabajar con proveedores que se negaban a mantener los precios bajos. Y cuando ya eran conscientes de que se trataba de uno de sus productos estrella, construyeron sus propias plantas de fabricación, primero una en Los Ángeles y luego otra en Chicago. También lograron negociar mejores condiciones para la compra de panes, ketchup o mostaza.
En algún momento también cambiaron la forma de servir el refresco, como comentábamos, que al principio se servía en lata, y luego en grifo. Y en el lado más negativo y que más críticas suma entre los clientes, dejaron de ofrecer gratis condimentos como la cebolla o el chucrut.
Una anécdota para entender la importancia de mantener el precio de los perritos calientes la protagonizó el propio Sinegal. En 2011 dejó la dirección ejecutiva de la compañía, pero se mantuvo como asesor hasta 2018, cuando se retiró definitivamente. Ese año, en una charla con su sucesor, su colega W. Craig Jelinek, este le propuso la idea de subir el precio de los perritos. La respuesta de Sinegal no pudo ser más contundente: "Si subes el precio del puto perrito caliente te mataré. Atrévete a averiguarlo".
De esta forma, el perrito caliente se ha consolidado como el producto estrella de Costco. Tan relevante es que, hace un par de años, en pleno auge de los troleos bursátiles gestionados en foros de internet, con el caso Gamestop como el más relevante, Costco vivió un proceso similar. Una cuenta parodia difundió que el supermercado iba a subir el precio de los perritos, de 1,50 a 2,50 dólares. Como consecuencia, las acciones de la compañía se hundieron más de un 10% ráp...

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undefined - Historia de Birkenstock: por qué todos quieren llevar unas sandalias ortopédicas

Historia de Birkenstock: por qué todos quieren llevar unas sandalias ortopédicas

Las sandalias Birkenstock siguen estando de moda, pese a su aspecto ortopédico. Aunque la marca es ajena a las tendencias, esta temporada, los pies planos de Barbie han ayudado a alargar el fenómeno e impulsar las ventas. Esta campaña de publicidad cinematográfica ha sido uno de los recientes éxitos de la marca, que va a cumplir 250 años de historia. Tras el taquillazo, haber sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial, tener su propia biblia o haber logrado el respaldo de Bernard Arnault -el segundo hombre más rico del planeta-, la firma se encamina ahora a la bolsa.
Los Birkenstock son una saga de zapateros y ortopedistas que se remonta al siglo XVIII. El primer profesional de la familia, Johann Adam, ya ejercía el oficio en 1774 en una ciudad alemana, según consta en los archivos eclesiásticos del lugar. Es el registro más antiguo de la marca, que a lo largo de las décadas ha ido forjándose con Konrad, Karl, Carl, Alex, Christian o Stephan Birkenstock.
En todo este tiempo, los diseñadores de la casa se han obsesionado con la comodidad de las sandalias. El objetivo es que los clientes sientan que un calzado abierto sujeta todo el pie como lo hacen los zapatos cerrados. “La pieza esencial de todos nuestros modelos es la base interior original. Calculado hasta el mínimo detalle, su diseño reproduce la huella natural de un pie en la arena”, explica la firma.
La receta secreta
Precisamente, la plantilla de las sandalias es una de sus señas de identidad. Konrad empezó a fabricar y a vender plantillas flexibles ya hace un par de siglos. El zapatero recorrió Alemania y Austria explicando su idea de calzado a medida y, durante esos viajes, fue cerrando contratos para fabricar sus zapatos con este complemento interior. Según la compañía, incluso la procedencia de la palabra (plantilla, fußbett, en alemán) tiene que ver con la casa, al ser por primera vez utilizada por los Birkenstock.
Mientras, la familia sigue especializándose en calzado y ortopedia. Terminan creando una máquina específica para fabricar la base de sus zapatos. Un moldeado electromagnético que es capaz de crear, mediante un único modelo, todos los números con las proporciones adecuadas. Las Birkenstock son las primeras sandalias del mercado con base rehundida flexible, según la firma.
La biblia del pie de Birkenstock
Los zapateros siguen compartiendo sus conocimientos y Carl continúa expandiendo la filosofía de la empresa. Este da cursos de formación a miles de profesionales del sector con su ‘Sistema Carl Birkenstock’. Publica varios libros en los que divulga sobre el calzado sano y, uno de ellos, se convierte en un best seller del nicho. Luego llega ‘La biblia del pie de Birkenstock’ de Karl, otro descendiente.
Según la compañía, todo este trabajo contribuye a construir las bases del calzado cómodo actual, lo que hace que sus sandalias hayan pasado por los pies de medio mundo. Las llevaron los soldados alemanes tras volver de la guerra gracias a sus propiedades ortopédicas o los hippies en Estados Unidos. Les atrajo la idea de que el calzado replicase la pisada natural de las personas.
Moda ortopédica
Así, los modelos Birkenstock empezaron a salir de las tiendas de ortopedia, donde inicialmente se vendían, hacia las zapaterías y comercios minoristas de moda. Precisamente, uno de los éxitos de la marca ha sido conseguir popularizar la estética de la comodidad. “Un diseño atemporal que vaya más allá de las tendencias efímeras”, apuestan.
Además, el par no pasa de moda porque es un calzado duradero y las sandalias aguantan temporada tras temporada. “Es una inversión en el futuro porque es un producto de alta calidad que te acompañará durante muchos años”, sostiene la firma. La alemana se encuentra entre las cinco principales marcas de zapatos globales, según la propia compañía. Tiene presencia en 90 países y en torno a 5.500 empleados.
El apoyo de Arnault
Recientemente, el atractivo de la firma ha logrado el capital de Bernard Arnault, el hombre que se disputa el puesto de persona más rica del planeta junto a Elon Musk. El magnate francés es dueño de la casa de lujo LVMH, que engloba Louis Vuitton, Loewe, Tiffany y decenas de sellos más. También, desde 2021, es propietario de las Birkenstock.
La firma de capital privado L Catterton, de la que Arnault es socio, adquirió una participación de las sandalias por 4.000 millones de euros. El private equity invierte en compañías de consumo y tiene 30.000 millones de dólares en activos bajo gestión y sede en París, Nueva York, Singapur y Luxemburgo. Está también detrás de marcas como Goiko Grill o Peloton.
L Catterton y Arnault quieren ahora añadir un hito más en la historia de la compañía: su salida a bolsa. Según Bloomberg, se espera que su estreno se produzca en septiembre con una valoración de 8.000 millones de dólares. Será el próximo paso de las sandalias Birkenstock.

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